Desde la segunda mitad del siglo XX, gracias a un sostenido desarrollo socioeconómico y los avances en sanidad, salud y nutrición, se dio en el mundo un importante cambio demográfico. Con la disminución en los riegos de morir, se postergó la muerte a edades más avanzadas, lo que implicó un aumento constante del envejecimiento poblacional, un incremento en la esperanza de vida y, por tanto, una modificación en el estudio de la morbilidad y de la mortalidad. Una comprensión integral de los cambios en las causas de las enfermedades y su relación con la longevidad plantea la necesidad de establecer una relación más estrecha entre los campos de la demografía y la epidemiología.