La sabiduría es la madre de todas las virtudes. La necesitamos para poner en práctica con lucidez el coraje, la disciplina o la justicia, porque la sabiduría nos da perspectiva, nos descubre la verdad, nos muestra cómo funciona el mundo y nos guía. El discernimiento, esa habilidad crítica tan poco habitual, no es un don innato. La sabiduría se cultiva. La sabiduría se gana. La sabiduría se conquista con esfuerzo. Eso hicieron los héroes de este libro: Michel de Montaigne, cuya educación inusual dio origen a una mente abierta y empática en una época de división y disrupción; Marco Aurelio, quizá el único rey filósofo que ha existido; Abraham Lincoln, un hombre autodidacta y hecho a sí mismo que sacó a Estados Unidos de su peor crisis.