Me duelen las manos de atrapar guijarros, se entierran bajo los pies, ahora son rojas las piedras del camino.
Los poemas de La bruja de San Antero se tejen en torno a la excitación que suscita lo que pudimos ser, lo que quisiéramos ser, y la perplejidad frente al destino numeroso, visto no como anhelo ni recuerdo, sino convertido en un sereno y resignado trabajo de la imaginación, una nostalgia que nos renueva u2013o nos derrumbau2013 como el despertar de un sueño profundo.
Mario Campañarn