La muerte de Dios es el fin del Absoluto, pero no el final de la religión. Hay otra forma de vivir, otro modo de hacer frente a las preguntas fundamentales de la vida, a los interrogantes acerca del sentido de la existencia. Es lo que el autor, siguiendo a Kundera, ha llamado: La prosa. Es la vida de las singularides, de la materia no material, de los objetos que tienen su historia, de esos pequeños instantes de placer que abren las puertas al infinito. La "prosa" es el ámbito de la experiencia ética, la del estar-ahí, la de la respuesta a la demanda del cuerpo de alguien que sufre, la de la amistad, la de la fecundidad, la del erotismo y la del placer.