Desde que el modelo neoliberal se instaló en nuestras sociedades, los Estados comenzaron a jugar en contra de las clases trabajadoras. Por un lado, han sido secuestrados por el 1% más rico, despojándolos de todo carácter social. Por otro, los Estados fueron blindados por las clases dominantes a través de una compleja arquitectura internacional. De este modo, los esfuerzos por realizar transformaciones de los aparatos estatales, chocan con límites y barreras que hasta el momento ningún proceso electoral progresista y de izquierda han conseguido traspasar.