En esta ocasión, Butler sostiene que las teorías de género deben volver a la dimensión más material del sexo y la sexualidad: el cuerpo. Demuestra cómo el poder indisociable de ciertas categorías discursivas y de las diferencias sexuales restringe el sexo desde el principio, inevitablemente delimitando a su vez su materialidad.
A través de la lectura de textos de Platón, Freud, Lacan, Foucault, iek e Irigaray, la autora examina y debate sobre las maneras en las que opera la hegemonía heterosexual para moderar cuestiones sexuales y políticas. De este modo examina la categoría de identidad y sus alcances políticos, y se coloca en el centro de los debates de la teoría feminista y de las políticas queer.