Prosiguiendo con el secreto itinerario empezado en dos libros anteriores (En busca del Moloch y La puerta del infierno), en el presente título Ricardo Cano Gaviria explora niveles de una violencia de corte dantesco inéditos hasta el momento en su obra. En primer lugar, la violencia psicológica de la infancia y la iniciática de la juventud, en los dos primeros relatos; en segundo, la violencia contra sí mismo que nimba ya a un José Asunción Silva sorprendido en el momento de escribir el Nocturno; una tercera, la de la venganza, escenificada esta vez por el prisionero de Calipso, que consigue regresar a casa para vengarse y volver a partir, así como por la borgiana Emma Zunz revisitada a través de su víctima; una hermana de Emma es la protagonista del antepenúltimo relato, que se abre sobre la violencia del siglo XX, en la Guerra civil española vista a través de la tenue luz del erotismo de la novela alfonsina; punto de arribo del viaje son, tras un breve coloquio cervantino, los hornos crematorios de la segunda guerra mundial, máxima expresión de violencia inventada por el animal humano.
Hoy, cuando la violencia del narcotráfico se ha convertido en un tópico, y este en un ábrete sésamo para el éxito en una era de rebajas literarias, una indagación como la presente, culta e imaginativa, y orientada hacia la micro-historia y la cultura antes que a la crónica periodística novelada, es un hecho que hay que saludar con entusiasmo.