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31 ENE

“La fragilidad es un punto de conexión entre casi todo el mundo”: Alana S. Portero

Alana S. Portero es historiadora, periodista y escritora española. Conversamos con ella en el marco del Hay Festival Medellín 2024.
“La fragilidad es un punto de conexión entre casi todo el mundo”: Alana S. Portero

Por: María Trujillo M. 

Ya lo había dicho Virginia Woolf en 1929, una mujer necesita dinero y una habitación propia para escribir novelas. Alana S. Portero utilizó la sala como su habitación propia y dejó que las personas que la rodeaban (familia, amigos, pareja) se hicieran cargo de todo durante 29 días, en los cuales se dedicó a escribir, casi 12 horas diarias, una novela de 252 páginas. "La mala costumbre" llevaba gestándose 4 años y medio, creándose en notas, frases e ideas que Alana fue reuniendo y organizando, hasta que la idea se volvió demasiado grande y tuvo la necesidad de sentarse a escribir. Así nació una novela de crecimiento, de clase, de feminidad. Una novela que nos cuestiona sobre crecer, sobre encontrar nuestra propia identidad en un mundo a veces violento. Una novela que, también, nos sumerge en un barrio de clase obrera en España: San Blas, pero que podría ser otro barrio de cualquier país, así de universal es la experiencia humana. 

Alana es historiadora, periodista y escritora. Fue reconocida el año pasado por el Ministerio de la Igualdad en España por "dar visibilidad a las mujeres trans en todo su trabajo y muy específicamente en su novela 'La mala costumbre'". En Alana, en sus palabras, en el tono de su voz, en sus letras, descubrí la fuerza y la dulzura de toda una línea de personas que tuvieron que crecer solas, hacer comunidad y encontrar un espacio en el mundo a pulso.

 

"La mala costumbre" es su primera novela, ¿cómo fue la experiencia de asumir el trabajo de escribir?

"Mi primera novela la publiqué a los 44 años, he tardado mucho porque no tenía condiciones materiales para dedicarme a esto. Hace años que mi trabajo es escribir, pero es escribir para medios de comunicación, de una manera precaria, justa, con una gran carga de trabajo, que no me dejaba espacio para casi nada. Tardé en escribir la novela porque no me sentía literariamente madura hasta ahora, para afrontar la escritura de una novela. Tuve la oportunidad antes pero entendí, cuando la estaba escribiendo, que no iba a ninguna parte. Mi trabajo como escritora se parece mucho a cualquier trabajo. Lo hago, evidentemente, en unas condiciones materiales de seguridad porque no estoy asfaltando calles o poniendo ladrillos en un edificio, pero es un trabajo que requiere mucha energía, mucho tiempo y, además, es muy inseguro, no sabes nunca dónde va a terminar lo que haces, puedes tirar dos años de trabajo, puedes estar dos años escribiendo y que eso no sirva para nada, y mientras tienes que vivir.

 

'La mala costumbre' la pude escribir porque pedí ayuda a todo mi entorno, a mi pareja, a mis padres, a mi hermano, a mis amigas, a todo el mundo, a mis empleadores, les pedí tiempo para poder terminar la novela. Llevaba cuatro años y medio reuniendo material para la novela, escribiendo fragmentos, acumulando ideas, pero no podía sentarme a escribir una novela porque requiere tiempo. Si estoy escribiendo una novela, casi no puedo escribir otra cosa, no tengo esa capacidad, no soy una persona muy talentosa, necesito mucho trabajo para que las cosas funcionen. Tuve que pedir ayuda a todo el mundo y me la concedieron. 

 

Durante todos esos años había reunido mucho material, la redacción en sí de la novela duró un mes exacto, pero eran cuatro años de trabajo, me la sabía de memoria. Empecé a escribir un 2 de septiembre de 2022 y la terminé el 30 de ese mismo mes, 29 días, 298 horas de trabajo, porque soy una obsesa y las cuento. Me rodeé de todo mi material, no me levantaba para nada, escribía 12-13 horas diarias, y con la idea de que el día 30 tenía que terminar porque el día 1 tenía que incorporarme a seguir con mi vida.

 

Yo no tenía un cuarto propio, sigo sin tenerlo, escribía en el salón de la casa que comparto, la gente que vive conmigo tenía la delicadeza de no encender la televisión y no hacer mucho ruido en el salón. Escribía ahí, en el salón, sentada en un sillón roto y así fue, hora tras hora. Ahora, lo que me ha dado 'La mala costumbre' es calma, tranquilidad, saber que puedo pagar el alquiler y que puedo dedicar un tiempo a escribir sin el reloj puesto, sin el cronómetro en marcha y sin pensar qué va a ser de mí, por lo menos el próximo año. Eso nunca lo había conocido, este privilegio, y es increíble, se escribe mucho mejor, todo lo que escribo ahora es mucho mejor, porque no tengo que preocuparme por si el mes que viene voy a tener que pedir dinero para pagar mi casa, que lo he tenido que hacer durante muchísimo tiempo, o qué es lo que vamos a comer o cómo nos vamos a apañar para no pasar frío en invierno. Esta ha sido mi vida constantemente y eso, de momento, en un futuro a corto plazo, ha desaparecido".

 

El personaje de Margarita encarna una parte muy sensible de la novela, casi mitológica…

"El personaje de Margarita es, quizá, el personaje más importante de la novela, incluso por encima de la protagonista, porque es la gran catalizadora de la acción y es la que marca la vida de la protagonista del todo. Al principio Margarita simboliza una profecía de futuro que la protagonista sabe que es tan cierta y tan segura que le da muchísimo miedo, porque tiene miedo de ser quién es y tiene miedo de quién va a llegar a ser. Margarita es la primera mujer que ve que es como ella va a terminar siendo: humana. Que no es una mujer de revista, que no es una mujer de cine, que no es un mito, que no es un cuento, que es de carne y hueso, que habla, que sufre. Simboliza esa vida estrecha que la protagonista cree que le espera, y la rechaza por completo. Quiere huir de ahí porque quiere huir de sí misma en realidad, porque en el fondo sabe que hay una hermandad ahí que no puede negar. Y en el momento en el que sucede la escena, cuando van a recoger el cadáver de su madre, que vive esa violencia por parte del funcionario, es cuando realmente entiende muy bien lo muchísimo que se parecen. Creo que la dignidad que Margarita muestra ahí, pero también la fragilidad, las conecta inmediatamente. Creo que la fragilidad es un punto de conexión entre casi todo el mundo. Y ella lo ve muy claro, ve la violencia que ejercen sobre Margarita, que es muy concreta, le niegan el nombre, le niegan el ser. Y lo hacen de una manera voluntaria, sin ninguna necesidad de tener que hacerlo. Y en ese dolor, se produce el reconocimiento absoluto. Y se da cuenta de que ser como Margarita en realidad es algo maravilloso. 

Respecto a los mitos, es un poco como está configurada mi manera de narrar y mi manera de imaginar. Leía mucha mitología, desde niña, muchísima, fueron mis primeras lecturas, mitología adaptada, infantil. Después, según iba creciendo, iba aproximándome más a las fuentes primarias. Y, claro, para mí suponían la mayor fantasía de transformación posible, porque en los mitos hay mujeres que acaban siendo laureles, animales, que se transforman en estrellas. Si la humanidad ha sido capaz de imaginar y de tener fe en este tipo de transformaciones, la mía no puede ser tan complicada. Eran una esperanza absoluta, un asidero que la cultura me lanzaba para seguir teniendo esperanza y para poder imaginar mundos maravillosos para mí".

 

¿Cómo fue empezar a construirse, y al personaje, por fuera de los prejuicios?

"La cultura tuvo muchísimo que ver en ese cambio para mí. Es algo que tengo en común con el personaje, una no puede definir sus propios contornos cuando todo lo que ha oído de sí misma o de quienes son como ella es negativo, es a partir de la burla o del fetiche. Eso complica mucho las cosas y es muy difícil cuando no has oído palabras que puedas usar, porque somos palabras, nos definimos a través de ellas, nuestro pensamiento se estructura utilizándolas y si no has oído nunca palabras positivas hacia ti es muy complicado proyectarte en un futuro, proyectarte en la esperanza. La cultura vino a rescatarme, ni siquiera necesité referentes trans. Muchas heroínas, por ejemplo de la mitología, las grandes brujas del mediterráneo, Circe, Calipso, eran mi santoral. También las heroínas románticas, de la literatura del siglo XIX; iban acudiendo a mí mujeres con las que podía imaginar, desde cosas muy sencillas como cómo me gustaría ser físicamente hasta quién iba a querer amarme, si mi vida sería de amores tormentosos o de amores cálidos, si podría ser una bruja o no serlo. De repente se me amplió el mundo, el campo de pensamiento, y esas estrecheces de la negatividad, del dolor, se rompieron drásticamente. 

 

El mundo del pop, del arte posmoderno y del cine, también ayudan muchísimo. Para mí, las estrellas del pop son un poco los nuevos mitos, porque son figuras que se reinventan de un disco a otro, de una época a otra, se parecen muy poco a sí mismas de una era a otra. Siempre hablo de Madonna por una cuestión generacional, Madonna de un disco a otro parecía una mujer diferente. Esto a mí, en mi infancia y primera juventud me inspiraba y me esperanzaba una capacidad para el cambio increíble, porque eran figuras sobrehumanas.

 

En la vida de la protagonista estas figuras, tanto los mitos como las estrellas del pop, cumplen una función casi religiosa, son en quién se proyecta, sobre quienes se confiesa y el ejemplo que sigue. Que en definitiva eso es la religión. Madonna es un poco su virgen María, de alguna manera también fue la mía, junto con toda esa panoplia de mujeres de ficción, reales o en ese medio camino que es el de las divas del pop y las actrices que no son ni de verdad ni ficcionales del todo".

 

¿Cree que hay poca representación trans y LGTB en lo literario y artístico?

"Creo que todavía hay poco espacio para nosotras. Soy una privilegiada en este sentido, porque tengo todo el espacio que necesito, incluso más, pero aún no tenemos el espacio que deberíamos tener, que es el de cualquiera. La cuestión es no tratar la literatura escrita por mujeres trans como una literatura de la otredad, porque toda literatura es literatura de la otredad, cada vida es una otredad. Creo que sin nosotras, sin nuestra literatura, sin nuestro cine, sin nuestra música, la cultura humana no está completa. Y es hora de que nos incorporemos del todo, en las mismas condiciones, con las mismas oportunidades que cualquiera. Si todavía esto no sucede es porque falta muchísimo camino. Hay gente también en el mundo anglosajón, está Torrey Peters. Pero claro, no podemos mencionar más de 5 o 6 y eso no puede ser. Y no es una cuestión de que sea algo solamente negativo para nosotras, es algo negativo para todo el mundo, porque insisto, lo humano estará todavía mutilado si no contamos nuestra versión, si no participamos con nuestra manera de ver el mundo, y con la de un montón de grupos colectivos que no están ahí y que deberían estar".

 

¿Solo una persona que las haya vivido puede contar experiencias/vivencias lgtb, trans? ¿Es un tema cerrado?

"No, y no debería ser así. Lo que pasa es que cuando se ha intentado, desde fuera, no se ha hecho muy bien, porque se ha utilizado una visión de lo trans que, como ha sido inventada desde el mundo cis, como ha sido imaginada, son versiones de nuestras vidas que no tienen nada que ver con nosotras por una cuestión de no preguntarnos y de que no nos hemos incorporado a la cultura universal, pero una vez incorporadas, una vez contemos nuestras historias o cualquier persona que se aproxime a contar un personaje trans, con la misma minuciosidad que se aproxima a cualquier otro personaje, tiene no solo el derecho, si no que debería hacerlo. Por lo menos en literatura no debería ser así, todo el mundo debería poder escribir de lo que quisiese, mientras lo haga con respeto, con minuciosidad y sin pasar por encima de las personas de las que está hablando, eso es todo. Pero no creo que nadie deba tener un límite a la hora de crear".

 

¿Le parece que a las personas trans se les encasilla en tener escribir únicamente sobre temas LGTB?

"Si eso es lo que se espera de mí, pues voy a decepcionar muy pronto. Con el siguiente libro ya decepcionaré. Insisto en que todo el mundo debería escribir de lo que quisiese y nosotras más. La cuestión es que la literatura escrita por mujeres, primero, y después la literatura escrita por mujeres con un apellido: lo trans, lo racializado, etc, recibe esas etiquetas desde fuera, para hacerla más pequeña, para considerarla una literatura de las otras cosas, literatura de mujeres, literatura de trans, literatura LGTB...y esas etiquetas, si nos las ponemos nosotras está bien, yo puedo ponerme la etiqueta, pero no voy a permitir que alguien me la imponga desde fuera para condenarme a un lugar en la estantería o a un lugar dentro de la cultura que va a hacer mi obra más pequeña, porque no lo voy a permitir, quiero que mi obra se defienda por sí misma. 

 

Está claro que es lo que se espera de nosotras, yo trabajo en medios de comunicación y me ha costado muchísimo llegar a hablar de otras cosas, siempre me han pedido hablar sobre lo trans, pero no tengo tanto que decir, yo ya lo he dicho todo. Y probablemente queden muchas cosas por decir pero yo no soy la persona indicada para hacerlo porque ya no se me ocurre nada más. Además de una mujer trans, soy muchas otras cosas.

 

Para empezar, 'La mala costumbre' sí es una novela cuya protagonista es una mujer trans pero para mí es una novela de clase sobretodo, es más importante la clase casi que lo trans, es una novela sobre mujeres, sobre los caminos de la feminidad, sobre la construcción personal, en realidad es una novela de crecimiento casi canónica, muy poco arriesgada formalmente, es una novela de crecimiento simplemente extraída de las coordinadas de hombre europeo, blanco, que viaja por Europa en el siglo XIX para conocerse a sí mismo, que yo nunca he conocido a nadie así, pero en cambio sí he conocido a muchas chicas, a muchas mujeres, que se parecen a mi protagonista. Esa etiqueta, si tenemos que llamarla una novela trans, lo haré yo, pero es una novela, a secas, es una novela de crecimiento. Yo reivindico mi derecho a ser universal".

 

¿Cómo ve la situación en España, frente a la cuestión de universalizar lo trans? El hecho de que nos consideren una comunidad especial dentro de la ciudad...

"Es importante defender nuestras particularidades culturales y no asimilarnos pero sí entender que somos parte de los universal, que las dos cosas se pueden dar al mismo tiempo, porque cuando viene desde fuera, cuando viene esa especificación, esa especialidad, insisto, es para empequeñecernos, para colocarnos en otro lado, dando por sentado, además, que no somos parte del mundo, que no somos completamente parte del mundo, que no tenemos que trabajar, que no tenemos que pagar impuestos o que no tenemos que hacer muchísimas otras cosas que hacemos religiosamente.

En España creo que hemos dado algunos pasos hacia atrás últimamente. España estaba en una muy buena situación en los últimos 15 años, pero en los últimos dos, tres, cuatro años, hemos dado unos pasos hacia atrás. Vuelve a haber cierta sensación de otredad, cierta sensación de gueto, de lugar diferente que no acaba de mezclarse del todo. 

Por lo menos es algo que se está dando en política, todavía no tengo tan claro que esto haya llegado a calar en el pueblo, sí ha calado algo, sí que se nota, sí hay un retroceso, pero es una cosa que está muy inyectada desde arriba, está muy promovida desde ciertos intereses políticos, la ultraderecha en Europa. Esto lo veo con preocupación pero con la esperanza de que siempre hemos sobrevivido, siempre. Para someternos y para apartarnos se ha intentado de todas las maneras: nos han perseguido, nos han condenado, nos han asesinado, nos han hecho muchísimas cosas, y aquí estamos, y seguimos estando, igual y visibles y dispuestas a formar parte del mundo. Eso a mí me esperanza, creo que venimos de una tradición gloriosa de resistencia y de una manera muy específica de tejer lazos y de enfrentarnos a la adversidad, esto me parece muy esperanzador".

 

¿Qué ha significado este cambio de vida, gracias a la publicación de la novela?

"Todavía no he encontrado las palabras siquiera para definir cómo me siento, porque estoy en Colombia, hablando de mi novela. No tiene ningún sentido. Hace dos semanas firmamos la traducción a Corea del Sur, es decir, van a leer 'La mala costumbre' en Corea del Sur. No he sido capaz de asimilarlo aún, está siendo increíble, estoy en medio de un privilegio inmenso que todavía no estoy disfrutando porque estoy un poco disociada de todo esto, ha sido muy repentino, el libro solo tiene 8 meses. Me siento como Taylor Swift. No lo asimilo, yo no contaba con esto. Por suerte esto me ha llegado con una edad en la que puedo hacerle frente, que la cabeza no me traicione. Creo que lo disfrutaré cuando termine, seré consciente de lo que ha pasado en mi casa, tranquila, me echaré a llorar diecisiete horas seguidas y entenderé todo lo que ha pasado.

 

Yo imagino de una manera muy humilde, es un gran defecto que tengo como escritora también, claro. No era capaz de imaginar una cosa así, que yo escribiría una novela que me llevaría a dar la vuelta al mundo. Es maravilloso y es un privilegio que pienso utilizar, intento convencerme de que es un privilegio merecido, porque tiendo a pensar que no y eso no puede ser. Estoy cansada de estar en esa posición. Es un privilegio que pienso usar y que sirva para algo, que le sirva a alguien". 

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